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  • María Soledad Alonso
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  • 02-07-2020

LIDERAZGOS EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Teniendo en cuenta la grave situación de crisis sanitaria por la que atraviesa el país y la imposibilidad de predecir cuanto perdurarán sus efectos y consecuencias en lo económico, social y político, se requiere de un liderazgo adecuado para la conducción del país que dé confianza a la ciudadanía.

Hace unas semanas atrás, el gobierno publicó una nueva ley que endureció las penas para aquellos que infringieran la cuarentena y, por su parte, el ministro de salud, reiteró su llamado a que todos cumplieran el confinamiento impuesto para disminuir la curva de contagios y fallecimientos por Covid-19.

Pues bien, el presidente Piñera fue visto comprando vinos en una exclusiva tienda del barrio alto y el ministro de salud declaró que “la prudencia es una de las características de cada persona. A lo mejor el presidente se va a molestar, pero bueno, lo voy a decir: yo creo que hay que medir las consecuencias de los actos que uno lleva a cabo como autoridad”. Posteriormente, vinieron las explicaciones de sobra tales como que tenía autorización, que la Constitución lo autoriza incluso en estado de excepción, que cómo no iba a tener derecho de comprar un poco de queso, pan o vino, etc.

¿Podía el presidente haber evitado esta situación? No sólo podía, era su deber como máxima autoridad del país cumplir la norma dando el ejemplo y empatizar con la grave crisis que golpea más fuerte a los sectores vulnerables de la sociedad, quienes incumplen la cuarentena porque, o aun no les llegan los recursos del Plan de Emergencia o, éstos son claramente insuficientes para que puedan subsistir más allá de la línea de la pobreza.

Lo que leyó la ciudadanía y que el presidente no entendió, es que él es la máxima autoridad del país y, como tal, sus actos están siendo permanentemente enjuiciados por un pueblo que desde el 18 de octubre pasado viene dando claros mensajes de malestar porque siente que las normas no las respeta la élite que las dicta y al resto se les aplican con rigor.

Nuestra clase política tampoco parece estar a la altura de las circunstancias. Este es el momento en que se requiere que nuestros legisladores aúnen esfuerzos para dictar aquellas leyes que permitan al país enfrentar la crisis sanitaria y una recuperación a largo plazo de manera eficaz y oportuna. Sin embargo, recién el pasado 14 de junio fueron capaces de sellar el acuerdo del Plan de Emergencia que protege los ingresos de las familias y fija un marco para la reactivación económica. El documento fue aprobado después que, los economistas de todas las sensibilidades políticas que trabajaron en éste, dieran un ejemplo de virtud cívica a nuestros parlamentarios acordando el texto en tiempo récord.

Lo mismo ha sucedido con el proyecto postnatal de emergencia. Luego que comenzara su tramitación a principios de mayo pero fuera estimado inconstitucional, comenzaron las arduas discusiones entre el gobierno, Chile Vamos y los partidos de oposición por el problema de constitucionalidad. Como resultado, el proyecto terminó transitando por las distintas cámaras del Congreso hasta que fue declarado admisible por la Comisión Mixta. Entre medio, el gobierno, en un intento por no pagar costos políticos, eludió hacer uso del veto presidencial y presentó un proyecto alternativo, generándose una absurda competencia entre oficialistas y opositores. Por mientras, las familias que se encontraban haciendo uso del permiso de postnatal parental, esperaban que la clase política resolviera el dilema de no tener con quien dejar a los hijos una vez que dicho permiso se les venciera. Finalmente, recién a principios de este mes, el gobierno y la Comisión del Trabajo del Senado acordaron una licencia médica parental Covid-19, alternativa al postnatal de emergencia.

Es hora que el gobierno y la clase política entienda que gobernar es más que imponer leyes, dar discursos grandilocuentes y afirmar que somos los primeros de Latinoamérica o del mundo.